Antología de textos de El Sicomoro

El Sicomoro, Nº 8
Liturgia y Canto 

Fragmento de un artículo de Clara Cortazar de Goettmann,
Para las citas completas y una amplia bibliografía, referirse a la edición impresa.

  Las dificultades que encontramos para definir la música litúrgica son las mismas que encontramos para definir – y también para vivir – la Liturgia en sí. Nuestra sociedad y nuestra cultura han optado por “un modo de integración cultural que es el dominio racional de la naturaleza”, mientras que la Liturgia corresponde a un tipo de cultura “organizada por la estructura cósmica de una integración religiosa”i], una visión global del uni-verso, palabra que en sí misma implica una concepción unitaria. Y el problema que deberíamos plantearnos en primer lugar es “si el cristianismo es pensable”[ii], si es “decible” en nuestra época. La Liturgia es un intento de “decirlo”. No dice una doctrina, menos aun un catecismo, sino que dice un acontecimiento que es JesuCristo. Este acontecimiento tuvo un inicio histórico pero  se renueva, se actualiza en un “HOY” incesante gracias a la obra vivificante del Espíritu, en una dimensión trans-histórica, trans-sociológica, trans-psicológica que implica necesariamente una ruptura con los condicionamientos internos y/o externos que nos determinan.

  Es lo que el mismo Michel de Certeau llama la ruptura instauradora. Un límite es necesario para ser nosotros mismos, como cristianos; no para encerrarnos en un totalitarismo sino para generar un dinamismo redentor. Recordemos que, según el relato del Génesis, Dios empieza a crear por actos de separación: separa la luz de la tiniebla, las aguas de arriba de las aguas de abajo, el mar de la tierra: son las seis dimensiones del espacio Y esta estructuración inicial hace posible la multiplicación y el crecimiento de todos los seres. Si aplicamos esta imagen a nuestro tema de hoy, podemos intuir que es probablemente un contrasentido hacer enormes esfuerzos para que el canto litúrgico se parezca a cualquier otro (aria de ópera, canción folklórica, cumbia callejera o música electrónica). No vamos a la iglesia para continuar el canturreo de la televisión o de la sala de conciertos. Jesús se retiraba a la montaña para orar (Mc 6, 46; Lc 9, 28; Jn 6, 15). Nosotros dejamos todas las inquietudes del mundo para recibir al Rey de la Creación (Liturgia de San Juan Crisóstomo). …

  ¿Qué medios propios tiene la Liturgia para establecer esa ruptura, esta separación, y poder “decir” el acontecimiento de JesuCristo? ¿Cómo logra “decir” qué se transformó en nosotros; cómo ardía nuestro corazón (Lc 24, 32) durante esta obra común? Es este esfuerzo lo que hace de la Liturgia una teología viviente: lex orandi, lex credendi. La respuesta inmediata la tenemos en esta expresión misma de los discípulos de Emaús: el corazón ardiente. Todos Uds. comprenden qué quiere decir esta expresión. Todo enamorado sabe perfectamente qué quiere decir. Pero ese querer decir está más allá de lo que dice.

  El lenguaje de la Liturgia, que es el de la Biblia, está constituido por símbolos. Como sabemos, “el símbolo  es …una cosa compuesta de dos cosas”[iii], “la parte de un objeto al que falta y se ajusta otra mitad”[iv]. Dos amigos o dos amantes separados por muchos años se reconocen porque cada uno guarda la mitad de un anillo precioso, que, por su perfecta reintegración, verifica la realidad del reencuentro. Ninguna de esas partes es LA totalidad, sino sólo la mitad.  La Epístola a los Hebreos afirma que la Liturgia es sombra e imagen de las realidades celestiales (Heb 8, 5). Es pues la mitad de una totalidad infinitamente más gloriosa que la que nuestros sentidos pueden percibir. En la Liturgia, todo es “signo” de otra cosa. Cada gesto, cada palabra, cada elemento material se carga de una significación que involucra, pero también supera, su realidad física inmediata. El agua, por ejemplo, que sigue siendo el elemento que permite la vida, calma la sed y purifica, adquiere además una polifonía de sentidos: es la angustia, el dolor y la muerte (Sálvame, oh Dios, porque las aguas suben hasta mi alma. Me hundo… en lo profundo de las aguas y el torrente me sumerge, S 69, 2-3); es esa muerte por la que pasamos en el bautismo, para resucitar en JesuCristo; es el paso del Mar Rojo por el pueblo de Israel (Ex 14, 22; 1 Cor 10, 1-2); es el ruido de las grandes civilizaciones y también el canto de los ángeles (la voz de sus cataratas, S 42, 8); es la Vida, pero no sólo con minúscula sino con mayúscula (Como el ciervo brama por las aguas de los torrentes, así brama mi alma por Ti, Dios mío, S 42, 2); es el Espíritu que JesuCristo derrama sobre su Iglesia (De su seno manarán ríos de agua viva, Jn 7, 38)[v]. El corazón no es sólo el músculo que propulsa la sangre, sino también el centro de todo mi ser físico, emocional, mental, espiritual; el fuego que lo abrasa es el amor, que, como en la zarza, arde sin consumir (Ex 3,2).

  Este lenguaje simbólico ha quedado aparentemente marginalizado en nuestra cultura cientificista y racional. Si bien “aun en la civilización más positivista…. los símbolos… forman parte del ser humano y es imposible no reencontrarlos”[vi], si bien se refugian en los relatos de ficción, en la psicología, en la publicidad o en el cine, es verdad que son difícilmente motor de nuestro propio pensamiento, a menos que seamos artistas o poetas como eran poetas los autores bíblicos. Se requiere una conversión de nuestro pensar para vivir la Liturgia, y una mirada más “primitiva”, más “arcaica” que la que nos sugiere la lógica aristotélica o la sociología moderna.

  La Liturgia no es sólo el “conjunto de actos, palabras, ritos, que expresan ante Dios la fe de una comunidad, a través del culto”, como dice el diccionario[vii]. En esta definición, falta una dimensión muy sensible en las Iglesias Ortodoxas:

…la Liturgia es en primer lugar una teofanía: …La divina liturgia no es simplemente una obra humana dirigida hacia Dios, sino también y sobre todo la obra de Dios, que se acerca a la obra humana y la suscita.
Constantin Andronikoff

  Hay un diálogo, un contacto, una Alianza que se expresa a través de ritos, palabras, objetos, gestos, vestidos, pinturas.

Hay que llegar a la concepción que tenían ciertos Padres creadores de la liturgia, que veían en ella un "arte en sí"…En el fondo, deberíamos abandonar nuestra denominación de "arte litúrgico"... Cada vez que pintamos un icono, cada vez que cantamos, o que establecemos un espacio en el que nos reunimos para orar, deberíamos tratar de pensar que participamos de la creación de la liturgia en tanto que arte en sí. Se podrá decir que el arte litúrgico no existe: ¡la liturgia misma es un arte!..Es un lenguaje que, por medio de cosas sensibles (sonido, visión, gesto) nos hace tocar otras cosas que, en el fondo, no pueden tocarse sin su intermedio.
                        Maxime Kovalevsky

El canto litúrgico

     El canto es uno de esos elementos sensibles, y, según una cita de un documento de 1980 elaborado por un grupo de liturgistas, musicólogos y pastores llamado Universa Laus, en la Liturgia…

… el canto y la música ocupan un lugar privilegiado… La música no es aislable dentro de la totalidad simbólica que constituye la celebración litúrgica. Está ligada a la arquitectura, la lengua, la poesía, la géstica, la danza…
Universa Laus,  1981

   Y podríamos agregar: los iconos, el calendario, la fiesta, las vestiduras, etc. Por lo tanto, el punto de partida no debe ser 

… la “música sacra”, sino el misterio litúrgico celebrado por la Iglesia como acontecimiento pascual… Canto y música … tienen un peso auténticamente sacramental…
           Felice Rainoldi
 
La relación de la música litúrgica con el rito del cual constituye el principal vehículo es tan íntima que, separada del texto que sostiene y del lugar que ocupa en la composición general de un oficio o del año litúrgico, esta música se convierte sólo en un esqueleto. El secreto de su coherencia, fuente principal de su belleza, se hace entonces impenetrable aun para el investigador más perspicaz.
Maxime Kovalevksy

El canto no es un ornamento ni un elemento separado…, no tiene existencia autónoma. Está enteramente al servicio de la plegaria que es el principal criterio funcional de todo arte litúrgico.
Nicolas Ozoline

  En virtud de esa funcionalidad, el canto litúrgico debe adaptarse a otra serie de condicionamientos: los que están determinados por el rito. Lo condiciona el carácter del texto que porta: lectura, plegaria, alabanza…; lo condiciona el actor del drama litúrgico que lo canta: celebrante, lector, cantor, coro o pueblo; lo condiciona el momento del oficio en que se ubica; lo condiciona el tipo de acción litúrgica que acompaña: procesión, aclamación, exhortación, súplica. Lo condiciona el calendario, la fiesta en que se inserta.

  Para cumplir esta variedad de funciones,

... La celebración apela a una gran variedad de gestos vocales y de géneros verbo-musicales porque utiliza diversas funciones del lenguaje. ...En cada uno de esos tipos de lenguaje, hay una relación diferente entre texto y música.
Universa Laus, 1981

  Hablamos exclusivamente de canto. Sin desdeñar, por supuesto, la música instrumental, sabemos que en las Liturgias cristianas ésta ha tenido una función siempre secundaria hasta épocas recientes. Los Padres de la Iglesia dedicaron feroces diatribas contra la cítara, la lira, el aulos o la siringa, instrumentos utilizados en los cultos paganos, en el teatro y en las fiestas de la Antigüedad tardía. San Juan Crisóstomo, en el siglo IV,  afirmaba que

… No necesitamos ni cítara ni cuerdas, ni plectro ni técnica ni ningún tipo de instrumento; pero si quieres, haz de ti mismo una cítara, … creando una perfecta armonía entre el cuerpo y el alma. Pues cuando el cuerpo no lucha contra el espíritu, sino que le obedece… produce entonces una espiritual melodía.
San Juan Crisóstomo. In psalmum 41, 2.

   Casi todos los Padres parecen descartar los instrumentos que no sean el hombre mismo, en la plenitud de su naturaleza corporal, psíquica y espiritual. Es célebre la hermosa frase de Clemente de Alejandría:

Tú eres para Mí – dice Dios al hombre - una cítara, una flauta y un templo[viii]”. Una cítara por las armonías [de tu naturaleza], una flauta por tu aliento, un templo por tu espíritu. De manera que la primera vibra, la segunda respira y en el último reposa tu Señor…
                        Protréptico 1,5, p. 47-48.

   Las Iglesias ortodoxas, hasta hoy, son en teoría extrañamente hostiles al uso de instrumentos, aunque en la práctica haya campanas, simandras entre los griegos, sistros entre los coptos, crótalos y tambores entre los etíopes.

  La herencia de la sinagoga, importantísima en la formación de todas las Liturgias cristianas, incidió en esta prioridad absoluta otorgada al canto, pues la sinagoga es esencialmente el lugar de la Palabra. Pero a este dato histórico se agrega otro: el valor simbólico de la voz. Pues la Liturgia cristiana puede hacerse sin edificio, sin iglesia, sin iconos, sin ornamentos, hasta sin altar; pero no puede hacerse en el silencio: la voz le es indispensable.

La voz, entramado de símbolos

La elección de los materiales utilizados por una música litúrgica está condicionada por el carácter de la revelación que debe transmitir… La visión bíblica, con toda su profundidad semítica tradicional, rejuvenecida y transformada por la predicación oral de la Buena Nueva de liberación y de resurrección… … afirma que el hombre es creado de la tierra y animado por el Aliento de Dios y que, gracias a ese soplo, es imagen de Dios. De allí la extremada importancia del aliento, sinónimo de espíritu, y su función de vehículo de las palabras sagradas.
Maxime Kovalevsky

Partiendo del hecho de que somos creados a la imagen del Verbo encarnado, constatamos también por la Escritura que el Creador nos hace participar directamente de su Aliento, y que éste – el Aliento- hace que seamos. Pero, en su revelación y su acción, el Logos de Dios no está jamás separado del Espíritu… En la imagen que somos, encontramos una analogía puramente física, pero que no está privada de valor simbólico. Nuestra propia palabra no existe sin aliento…         
Constantin Andronikoff

  Somos creados por el Verbo de Dios y el Soplo del Espíritu. Nuestro canto es imagen de ese acto creador, y nos recrea. Por el Verbo del Señor son formados los cielos, en el Aliento de su Boca, todas sus potencias  (Salmo 33, 6).

  Notemos, con Roland Barthes, que

… la voz es un objeto ausente en nuestra cultura: raramente escuchamos una voz “en sí”, escuchamos “lo que dice”….

  La significancia de la voz queda abolida por el significado que porta, al menos cuando se trata de la voz hablada. El fenómeno contrario se produce entre los amantes del “bel canto”: para ellos, la voz es un instrumento musical al que escuchan con delectación aun si no comprenden nada de lo que dice. ¿Es posible abandonar esta polaridad y reencontrar la voz en su plenitud? Hay hoy una incipiente ciencia de la voz, con otorrinolaringólogos como Tomatis, cantantes y filósofos como Reznikoff, etnomusicólogos como Rouget[ix], musicoterapeutas como Bonhomme, lingüistas y estudiosos de la literatura oral como Zumthor; ciencia que más allá de una física, de una fisiología y una lingüística, debería abarcar una antropología, una sociología, una psicología, una filosofía, una historia, una musicología y (¿por qué no?) una teología.  Quizás a través de este redescubrimiento de la voz en la cultura la Liturgia cristiana pueda retornar al esplendor que tuvo en otras épocas menos esclavizadas por los estímulos visuales y por los conceptos. 

La voz, ser frágil y efímero, puede dar testimonio de las más fuertes realidades.
Gaston Bachelard

  Las grandes emociones suscitan la voz, y mucho menos el lenguaje. Kol, en hebreo, quiere decir voz, pero también ruido, clamor, murmullo, etc. Es el elemento sónico lo que prima en la concepción de la voz en el hebreo. Primero la Voz del Señor, luego, su Verbo. La Voz del Señor resuena en el Salmo 29: siete veces la palabra “Voz”.

¡La Voz del Señor sobre las aguas inmensas! …
¡La Voz del Señor en la fuerza! 
¡La Voz del Señor en la magnificencia!...
¡La Voz del Señor quebranta los cedros!
¡La Voz del Señor hace estallar llamas de fuego!
La Voz del Señor hace temblar el desierto,
La Voz del Señor hace temblar los robles, en su templo todo dice: “¡Gloria!”…
El Señor da la potencia a su pueblo,  el Señor bendice a su pueblo con la paz.

  Aquí, la voz es el signo de una teofanía semejante a la que Elías percibió en el Horeb: el temblor de tierra, el fuego y el agua… al final, esa paz que recuerda la voz del silencio tenue donde Dios habitaba (1 Rey 19, 12). ¡La voz de mi amante!, grita la esposa del Cantar de los Cantares (2, 8). La Voz del Padre parece un trueno a algunos que no supieron reconocerla, en la tarde del Domingo de Ramos (Jn 12, 29).

En el límite, la significación de las palabras ya no importa: sólo la voz, por el poder que manifiesta, basta para seducir (como la de Circe, cuyo tono y calidez elogia Homero; como la de las Sirenas); basta para calmar a un animal inquieto, a un niño excluido aun del lenguaje… Cualquiera que sea la potencia expresiva y simbólica de la mirada, el registro de lo visible está desprovisto de este espesor concreto de la voz, de la tactilidad del aliento, de la urgencia de la inspiración.
           Paul Zumthor

    Pues el aliento es indispensable para que la voz sea. Aliento que nos da la vida, nos atraviesa y se vuelca en el aire exterior, y en el que pensamos tan poco… Porque, como dice Bachelard, el aire

… reclama intuiciones más primitivas. Reclama las verdades del aliento, la vida misma de un aire hablante.
Gaston Bachelard

    La voz nace con nosotros, es nuestro primer signo de vida individual independiente. Madre, padre y médicos esperan con ansias ese grito primal por el cual el niño saluda su entrada en este mundo. Más que grito triunfal, parece un grito “de desamparo, llanto del paraíso perdido que era el vientre materno”[x], según dicen algunos psicólogos. Sin entrar en estas adjetivaciones, podemos notar que el primer grito es signo y símbolo de una presencia que intenta mostrarse, decirse.

  Es Denis Vasse – un psicoanalista de niños- quien hizo notar una extraña simetría: Durante los meses de gestación, el niño se alimentó por el ombligo; y en el momento en que el ombligo se cierra, la voz se abre. Si el ombligo es signo de movimiento centrípeto, la voz es signo de lo contrario: es búsqueda de comunicación, estallido de los límites de nuestro cuerpo, trascendencia de este “lugar” que es el cuerpo. 

Un cuerpo está allí, que habla: representado por la voz que emana de él, la parte más sutil de ese cuerpo y la menos limitada puesto que lo supera en su dimensión acústica.
Paul Zumthor

  La voz  se lanza mucho más allá que la mano y toca literalmente a quien la oye a cien, doscientos metros o más, pues la vibración propagada determina también una percepción táctil. Porque si la voz es signo de presencia, sólo es presencia en el hecho de decirse a otro.

  La voz se convierte así en puente o travesía entre interioridades. En ella “somos hacia” (pros), como San Juan dice del Verbo, hacia Dios (Jn 1, 1). La voz surge de nosotros pero, una vez surgida, ya no nos pertenece más de lo que pertenece al que nos escucha. Es una ofrenda de todo mi ser que queda vibrando entre nosotros y en nosotros y crea una unidad que nos supera.

  La voz viva se constituye pues: a) en símbolo de un peso sensorial y corporal que se  dilata y transfigura en el aire; b) en símbolo de la fuerza vital que nos atraviesa y de la cual el aliento es fuente y surtidor; c) en símbolo de nuestra persona, de apertura hacia el Otro en su dinámica de ofrenda; d) en símbolo de misteriosa unidad entre el o los que hablan o gritan o cantan, y los que oyen.

Audición

  Este haz de simbolizaciones se une, efectivamente, a otra simbolización de igual importancia y muy descuidada y hasta desvalorizada en nuestras Liturgias: la audición. Parecería hoy que escuchar es no participar. Sin embargo, voz y audición son dos aspectos de la misma realidad, esencialmente dialogal. La voz es imposible sin la audición. Si Israel es el pueblo más cantor de la tierra es porque se le dice a lo largo de toda la Biblia: “¡Escucha!, Shema, Israel”…Como bien lo experimentó Negus (profesor y médico inglés, especialista de la laringe, de comienzos del siglo XX) y lo describe en El mecanismo de la laringe que cita Tomatis[xi], los huevos de pájaros cantores que son empollados por pájaros no cantores producen pájaros que no cantan. Lo mismo ocurre con nosotros. En el útero materno, todos hemos percibido ruidos, voces, sonidos: el corazón y la voz de la madre, los ruidos acuáticos del vientre que nos cobija al menos desde el cuarto mes de gestación, si no antes. La voz de la madre es importante para los bebés no sólo porque implica la proximidad de la leche, sino sobre todo porque gracias a esa voz el niño aprenderá que él también tiene una voz, de la que se sirve mucho antes que de sus piernas.

  Pero eso no es todo. Iegor Reznikof[xii] clasifica estas percepciones uterinas en táctiles, por un lado, vibraciones percibidas por todo el cuerpo;  y por otro lado, percepciones específicamente auditivas, es decir, recibidas por el oído en el medio líquido en que se encuentra. Ambas contribuyen a la estructuración de la conciencia más profunda, más primitiva. Los sonidos agudos y graves, que encuentran resonancias localizadas a lo largo de la columna vertebral del feto, contribuyen, al parecer, al reflejo primordial de la verticalidad; la intensidad más o menos grande de los sonidos contribuye, al parecer, a la creación de nociones espaciales. “El sonido no llena el espacio, sino que lo crea”, según la expresión de Ernst Bloch[xiii]. El mismo Reznikoff estudió la localización de pinturas rupestres en grutas totalmente oscuras, y demostró que las pinturas están situadas en los puntos de mayor reverberación sonora de las paredes de las grutas. El sonido, para estos hombres del paleolítico como para el feto en el útero, es un verdadero guía dentro de un espacio invisible.

  Pero hay otra dimensión, incluso más primordial: el tiempo. Todos sabemos que el sonido es una vibración y se desarrolla en el tiempo (tantos hertz por segundo, según las frecuencias). No existe sonido (ni voz) sin duración y ambos colaboran en la estructuración temporal de nuestra psiquis. Cavan, no en la roca, sino en nosotros mismos, el misterioso ámbito de la memoria, estudiado tanto por la genética (y el ADN) o la neurociencia como por la psico-acústica. ¿Cómo puede percibirse, y luego comprenderse una sola palabra si no se ha memorizado su comienzo? ¿Cómo puedo llegar al final de una frase si olvidé el principio?

  Así, el alimento sónico es tan importante para la formación del ser humano como el alimento biológico: si éste lo mantiene en vida; aquél contribuye a su estructuración psíquica.

Deberíamos meditar largo tiempo sobre un mundo que existe profundamente por su sonoridad, un mundo del cual toda la existencia sería la existencia de las voces.
Gaston Bachelard

  La fe viene por la audición, dice San Pablo (Rom 10, 17). Puede traducirse: La fe viene por la predicación. Es una interpretación limitativa, que le arrebata a la frase de San Pablo toda su hondura antropológica y hasta teológica. “El oído es inmersión”, dice Le Breton[xiv], es recepción pura. La fe, es decir, la relación personal con Dios, se funda en esta receptividad ontológica de la cual el oído es un símbolo: yo me recibo a mí mismo, a cada instante, de la Palabra creadora. No quieres sacrificio ni ofrenda, pero me has cavado oídos, dice el Salmo 40, 7.

Escuchar es desaparecer por un momento. Es sólo el “otro” – a quien escucho – el que existe para mí, y no yo… Es la verdadera humildad. No la de declararse pecador, malo, y darse golpes en el pecho…  “Recibir” de otro, esperando que eso me transforme…
            Maxime Kovalevsky

  La Liturgia cristiana exige momentos de audición.

Las técnicas más simples de nuestra Liturgia están basadas en la audición. Uno de los mejores ejercicios de audición es el método de canto con canonarca: … un prechantre canta un fragmento de frase, y todos inmediatamente lo repiten; y así, fragmento tras fragmento, se enseña a los fieles todo el texto.
            Maxime Kovalevsky

  En los llamados cantos responsoriales, un cantor entona un estribillo que todos deben repetir.

Si uno sabe que debe repetir, escucha. Si escucha, asimila, Si asimila, se enriquece. Si uno no escucha, sigue siendo “uno mismo”, sin más, en sus propios límites.
            Maxime Kovalevksy

  Bachelard se pregunta:

¿A qué altura del ser deben abrirse los oídos que escuchan?
Gaston Bachelard

Silencio

  Escuchar implica silencio. “Todo lo que existe Te alaba – dice una plegaria atribuida a Gregorio de Nacianzo- y hacia Ti todos los seres hacen subir un himno de silencio.”[xv]
  Hay que callar por un instante el tumulto de nuestra voz para oír otra cosa. La voz irrumpe en el silencio y después de cumplir su periplo, vuelve al silencio. El silencio se entremete incluso en el flujo de la voz, emerge en las inspiraciones del aliento, en las pausas que hacen comprensible el lenguaje.

  La Palabra del Creador, en la Biblia,

… horada las inmensidades hasta llegar al hombre, pero su Ser íntimo [su naturaleza, diríamos los cristianos] sólo puede identificarse con el Silencio.
André Néher

  Verbo y Silencio. Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento anuncia la obra de sus manos – dice el Salmo 19, 2 -, el día al día derrama el mensaje, la noche a la noche revela el conocimiento… Y continúa: No hay mensaje, no hay lenguaje, no se oye su voz… El silencio cósmico no es el signo de una ausencia, sino de una Presencia. Sólo la Teología apofática, de la cual San Dionisio del Areópago es el gran exponente, penetra en esta tiniebla silenciosa.


[i] Ernesto De Martino, citado por Michel de Certeau.  La debilidad de creer. Buenos Aires : Katz, 2006. Capítulo La ruptura instauradora,  p. 213.
[ii] Michel de Certeau, 2006.  Idem, p. 215.
[iii] Réné Alleau. De la nature des symboles. Paris : Flammarion, 1958.  p. 11.
[iv] Michel de Certeau, 2006. Idem. p. 229.
[v] Para mayor información sobre este tema, ver: Jean Daniélou,, Sacramentos y culto según los SS. Padres. Madrid : Guadarrama, 1964. (Cristianismo y hombre actual). El título original es Bible et Liturgie. La Théologie biblique.  Paris :Cerf, 1958.
[vi] Mircea Eliade. Images et symboles: Essais sur le symbolisme magico-religieux. Paris : Gallimard, 1952. p. 31.
[vii] Dictionnaire de la Bible et des Religions du Livre, Paris : Lidis, 1985.
[viii] Cita de un autor desconocido.
[ix] Gilbert Rouget insistía en que no existe una tipología general de la voz humana, mientras que sí existe una clasificación de los instrumentos musicales.
[x] Alfred Tomatis. L´oreille et la voix. Paris : Laffont,  1987. p 210.
[xi] Alfred Tomates. L´oreille et le langage. Paris : Seuil, 1978.  p. 70.
[xii] Igor Reznikoff. On primitive elements of musical meaning. En: Journal of Music and Meaning 3, Fall 2004/Winter 2005, section 2. www.musicandmeaning.net. Ver también :  Ascension sonore de l´âme. En : Présence Orthodoxe nº 150. Paris : 2007. pp. 16-32, p. 22.
[xiii] Citado por Ramón Andrés, El mundo en el oído: El nacimiento de la música en la cultura. Barcelona : Acantilado, 2008.  p. 54.
[xiv] André Le Breton. El sabor del mundo : Una antropología de los sentidos. Buenos Aires : Nueva Visión, 2007. p. 95.
[xv] En: A. Hamman. Prières des Premiers Chrétiens. Paris : Arthème Fayard, 1952 (Le livre de poche chrétien). p. 260.

                      Clara Cortazar de Goettmann

Para saber más: Kovalevsky, Maxime; Cortazar de Goettmann, Clara. Liturgia y Canto. - Buenos Aires : Instituto San Ireneo de Teología y Arte Sagrado, 2012. (El Sicomoro, 8)

En venta en la Librería San Isidoro de Sevilla, Armenia 2133, Buenos Aires.